Empecé un proyecto de e-commerce con plantilla para una empresa local de venta e instalación de alarmas domésticas en un municipio de Barcelona.
El cliente nos proporcionó para usar como imagen de «portada», una foto en la que se le veía a él, junto a una pequeña flota de 3 vehículos, y detrás, había dos columnas de ladrillos que parecían una portal de acceso a un parque forestal o algo así. Bonitas no eran.
Por aquel entonces las webs no eran responsive, y la plantilla tenía una posición en la home para añadir un slideshow muy apaisado.
Como la foto que me dieron era 4/3, recorté la parte superior de la foto, ya que me pareció que carecía de interés la construcción que asomaba por arriba, quedando la imagen con el individuo y su flota, en formato rectangular, que es lo que me encajaba en aquel slider tan horizontal.
El señor en cuestión era un poco «cromo». Era un «señor mayor», vestido con una camisa de cuadros metida por dentro del pantalón, y la verdad que no daba impresión de ser gerente de una empresa de esas características, sólo las 3 furgonetas blancas con el logo de la empresa daban un poco el «rollo». Pero en fin, ya suponíamos que era el tono «campechano» que querían así que, p’alante.
Después, como era común en la implementación de estas tiendecillas online, poníamos 3 o 4 productos «fake» más o menos en base a lo que vendía cada cliente. En este caso eran kits de autoinstalación de alarmas domésticas. Lo normal era buscar estos productos en google y añadirlos a modo de ejemplo, ya sabéis, 4 fichitas con título, foto + precio y al menos en uno de los casos, la ficha un poco más «llena», para poder hacer «demo» de la página de detalle con sus campos, variaciones, etc.
En esto que estaba entregado y subido el tema, y yo estaba trabajando en el siguiente super e-commerce o catálogo de turno, cuando oigo cómo mi compañero comercial al parecer tenía una conversación telefónica con alguien que le estaba sacando de sus casillas. Cuando colgó el teléfono, me dijo:
[Comercial] – Buf, madre mía el abuelo de las alarmas… cómo se ha puesto… Creo que no ha visto ni la web. ¿Recuerdas la foto que recortaste? Pues menuda matraca me ha dado con ella… resulta que ése lugar es un castillo muy conocido de su municipio… toda la conversacíon era que si las torres, que si el castillo, que si no tenemos gracia ni sabemos de diseño… pero es que ni siquiera hemos podido hablar del e-commerce ¡para él sólo existía la foto!
[Yo] – Vale, hagamos una cosa. Le pondré la foto 4-3 entera sin recortar el castillo, y para evitar que sea muy alta, la pondré a un 66% de ancha, y a continuación añadiré al lado un panel o banner con algun «claim» de la misma altura con un 33% de ancho.
[Comercial] – Sí, sí, déjale la foto tal cual, ya hablaré con él otro día que esté más tranquilo.
Dias después, la siguiente llamada con el cliente:
[Comercial] – (…) y como ve, la foto de portada ya no sale recortada y…
[Cliente] – ¡Pero está muy chica! ¡Ahora por que la habéis hecho tan pequeña!
[Comercial] – Esto es importante, porque si la ponemos más grande y ancha, queda tan alta en pantalla, que no se ven de primeras los productos de debajo, créame lo que le digo que es mejor así.
[Cliente] – ¡Si son productos de la competencia! ¡Encima me ponen las alarmas de la competencia! ¡Primero, me estropean la foto del castillo, y ahora, me ponen alarmas que no son las mías!
[Comercial] – [se le desencaja la cara] – Señor, nosotros NO sabemos cuáles son sus productos exactamente, estos los cogemos de otras páginas, para tenerlos a modo de ejemplo de cómo quedarían los suyos. Los productos los tiene que añadir usted ¿me entiende?
[Cliente] [A lo suyo] ¡Primero, me estropean la foto del castillo, y ahora, me ponen alarmas que no son las mías, me ponen las de la competencia! ¡Usted se está riendo de mí! ¡Ya me paso por su oficina pa’ que me devuelvan el anticipo! ¡Despedidos!
A los pocos días, se personificó el señor en la oficina tal como dijo. Venía tranquilo, pero decidido a cancelar el proyecto. Le devolvieron el anticipo y se canceló el contrato, el e-commerce se archivó y «a otra cosa, mariposa».
Lo más curioso de toda esta rocambolesca historia es que, cuando el señor se presentó en el despacho, iba vestido ABSOLUTAMENTE IGUAL que en la foto maldita del «castillo». Era como, si el abuelo de la camisa de cuadros, HUBIERA SALIDO DEL BANNER.
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